Existe un consenso generalizado en el sector sobre el potencial de la transformación digital para contribuir a la sostenibilidad del sistema sanitario y para mejorar la salud de las personas. La Covid-19 ha generalizado la oferta de servicios sanitarios online llevándonos a un definitivo cambio de paradigma. La telemedicina, en sus distintos formatos, ha pasado de ser minoritaria y cuestionada a ser considerada un básico en la oferta de los proveedores sanitarios.
Ante esta “evidencia” me gustaría compartir dos reflexiones y un reto de futuro.
Primera reflexión: el camino acaba de empezar
Que la telemedicina sea ya un “básico” en la oferta no significa que esté consolidada. Más bien lo contrario. Los responsables de esta nueva forma de atención debemos asegurarnos de que trabajamos con sistemas robustos, que cumplan con el RGPD. Debemos estar a la altura de las expectativas de los ciudadanos, habituados a los canales digitales para otros sectores. Es necesario implicar a los profesionales sanitarios en la implantación de las herramientas, con todo tipo de apoyo y recogiendo su feedback en todo momento. Por último, debemos integrar la telemedicina en los flujos habituales del proceso asistencial, no de forma aislada o desconectada.
Segunda reflexión: la telemedicina es solo un ámbito de la salud digital
La salud digital es mucho más que la telemedicina. Incluye la predicción temprana, la anticipación de riesgos, la mejora de diagnósticos, la monitorización a distancia, la optimización de tratamientos, etc. No deberíamos esperar a otra pandemia para aprovechar todos sus beneficios, pero para ello, hay muchos retos encima de la mesa que hay que abordar.
En primer lugar, debemos demostrar su efectividad. Las empresas con soluciones de salud digital encuentran importantes barreras en el proceso de validación clínica. Por suerte, hay iniciativas sectoriales en marcha que pueden aportar la agilidad necesaria para avanzar en este sentido: el centro de validaciones clínicas del Barcelona Health Hub y el Hospital de Sant Pau, nuestro propio esfuerzo desde DKV Innolab para apoyar a emprendedores, o la iniciativa de EIT Health Spain para avanzar hacia un sistema de adopción de soluciones de salud digital en España.
En segundo lugar, hay que centrarse en aquellas soluciones que realmente aportan valor para el paciente y/o para los profesionales sanitarios. Poner foco es siempre un reto en las organizaciones y más, si cabe, con tanto “ruido” en lo que a salud digital se refiere. Aquí es de obligada mención el trabajo que AQuAS está realizando para estandarizar la evaluación de tecnologías sanitarias de salud digital. No obstante, todo esfuerzo es poco ante un sector de tan rápida evolución.
En tercer lugar, adoptar para iterar y mejorar. Los dos puntos anteriores son necesarios para lograr la adopción y, a su vez, la adopción es indispensable para la iteración y mejora de las soluciones. Encontrar el equilibrio no es fácil y requiere de apuestas firmes por la innovación: áreas dentro de las organizaciones encargadas de identificar propuestas de valor diferenciales con agilidad suficiente para poder diseñar e implantar pruebas de concepto a validar (tanto desde el punto de vista de resultados en salud como de modelo de negocio/formas de reembolso).
El reto de la equidad
Por último, un reto de futuro. Hace justo un año hablábamos aquí de la necesidad de considerar las transformaciones digitales como un nuevo determinante social de salud. No podemos perder de vista que la digitalización puede acentuar las desigualdades en salud si las necesidades de acceso y uso (alfabetización) no están bien cubiertas. Un reciente estudio de la OMS Europa ha abordado este problema y confirma que hay importantes brechas en 10 dominios de equidad.
En concreto, se ha encontrado evidencia de un mayor uso de la salud digital en los siguientes casos:
- en áreas urbanas en comparación con áreas rurales;
- en individuos de origen étnico blanco y angloparlantes en comparación con los de origen de minorías étnicas y personas con barreras lingüísticas;
- en personas con educación superior;
- en personas de mayor nivel económico; y
- en individuos más jóvenes en comparación con adultos mayores.
El estudio apunta algunas formas para abordar estos desafíos:
- encontrar un marco común para monitorear el compromiso con la tecnología digital para la salud en todos los dominios de equidad;
- mapear las desigualdades en la infraestructura digital;
- abordar las barreras para acceder a la salud digital;
- desarrollar habilidades digitales para los más necesitados; y
- abordar el acceso para personas con discapacidades o barreras idiomáticas.
Bajo mi punto de vista, es un estudio muy relevante en el momento actual en el que nos encontramos separando “el grano de la paja”. En este proceso, no podemos permitirnos acentuar desigualdades existentes, sino que debemos trabajar para maximizar los beneficios de la digitalización para toda la población, evitando consecuencias no deseadas en el largo plazo.
Foto de Rick Rothenberg