Más allá de la medicalización: la prescripción de vitamina D

10/06/2024

Últimamente se ha puesto de moda la vitamina D. Así denominada porqué en 1922 Elmer McCollum, su descubridor con Marguerite Davis, consideró que era la cuarta, tras la A, la B y la C descritas anteriormente. Más que de una molécula única se trata de un grupo de sustancias entre las que destaca el colecalciferol (vitamina D3) derivado del colesterol que sintetizan en las capas inferiores de la epidermis los animales mediante reacción fotoquímica con la radiación ultravioleta, y el ergocalciferol (vitamina D2) del ergosterol, presente en los hongos.

La estimación de que buena parte de la población occidental, particularmente la estadounidense estaba expuesta al riesgo de avitaminosis D, según los criterios aparentemente establecidos en 2011 por el Institute of Medicine (IoM), puesto que muchas de las concentraciones séricas de D[25(OH) D] analizadas eran inferiores a 20ng/ml o 50 nmol/l. Y en bastantes casos, la administración de un suplemento de 600 a 800 UI/día, entre 15 a 20 mcg/dia no remontaba la concentración sérica mencionada.

Una concentración sérica< 12ng/ml se consideraba deficiente y entre 12 y 20 ng/ml insuficiente. Umbrales que, tras el notorio incremento de la su determinación en la población han fomentado la prescripción de suplementos dietéticos o farmacéuticos. Situación que llevó a la epidemióloga y endocrinóloga de Harvard, JoAnn Manson y sus colaboradores a preguntarse si existía realmente una pandemia de déficit de vitamina D o se trataba de una confusión al interpretar la cantidad dietética recomendada como “un punto de corte” de modo que, en sus propias palabras:

“… casi toda la población debe tener un nivel en plasma de 25(OH)D por encima de 20 ng/ml (…). La realidad es que para la mayoría de la población (alrededor del 97,5%) el requisito es de 20 ng/ml o menor. (…) El Requerimiento Medio Estimado se traduce en que aproximadamente la mitad de la población requiere 16 ng/ml o menos.”[1]  

Claro que según la American Society of Endocrinology, una concentración inferior a 20ng/ml (<50nmol/l) era considerada deficiente, mientras que si oscilaba entre 20 y 30nG/ml (52.5-72.5nmol/l) se clasificaba como insuficiente.

Referencias y recomendaciones que han seguido fomentando la determinación plasmática de vitamina D, más allá de las circunstancias clínicas que la podían justificar para contrastar una hipótesis diagnóstica fundamentada. Y que han contribuido a la generalización de las prescripciones de suplementos vitamínicos.

Cierto es que últimamente abundan los estudios que sugieren potenciales efectos beneficiosos de la vitamina D en ámbitos de la fisiopatología distintos de las indicaciones tradicionales relativas a la prevención de raquitismo en la infancia; aunque muchos de ellos no han sido confirmados y alguno incluso ha desmentido el posible papel de los suplementos para la prevención de fracturas óseas en adultos.[2]

Esfuerzos que independientemente de su interés científico y sanitario fomentan las expectativas de los profesionales y la ciudadanía sobre eventuales beneficios para la salud de los consumidores. Expectativas que tienen mucho de especulativas. Afortunadamente los efectos adversos atribuibles a concentraciones elevadas de vitamina D no son muy comunes, pero no son imposibles. Un riesgo infrecuente pero totalmente gratuito. Totalmente antagónico a la deontología médica.

Conviene pues recordar que la principal fuente natural de vitamina D es la exposición a la luz solar, sin protección, durante unos minutos al día, particularmente entre las diez de la mañana y la tres de la tarde desde la primavera hasta el otoño. Aunque la edad, el exceso de peso y la piel morena sean factores limitantes que requieren más tiempo. Y desde luego la desinformación acerca de los peligros de tomar el sol adecuadamente.

También son fuente de provitamina D algunos alimentos, entre otros el pescado graso (particularmente el salmón) el aceite de hígado de bacalao, o la yema de huevo, si bien para que resulte metabólicamente efectiva se requiere una hidroxilación hepática o renal.  

Por otro lado, la determinación de la concentración sérica de 25(OH)D mediante inmunología competitiva – inmunoensayo – adolece de una notoria variabilidad, que ya es de por sí bastante elevada en las poblaciones estudiadas puesto que varía mucho según las circunstancias personales – edad, IMC, pigmentación cutánea, etc. – así como de la estación del año. 

Todo lo cual debería tenerse en cuenta a la hora de interpretar los numerosos estudios que sobre la frecuencia de eventuales carencias se siguen publicando que mayoritariamente se basan en las tergiversadas recomendaciones del IoM de modo que estimulan innecesariamente el control analítico de la vitamina D y, sobre todo, la prescripción de suplementos farmacéuticos. El año 2022 y en el ámbito de la sanidad pública se prescribieron en España 20 millones de envases de vitamina D con un coste superior a los 200 millones de euros.[3]

Como concluye el programa Essencial de la Generalitat de Catalunya: “Determinar la concentración sérica de vitamina D en personas sanas sin riesgo de hipovitaminosis D no está indicado. No hay indicios de que tal determinación tenga impacto (positivo) sobre la salud de las personas.

Estamos pues frente a una situación que trasciende la medicalización, incluso en su faceta más discutible. Porque habitualmente se le da una connotación peyorativa que no siempre merece, porque tratar problemas no médicos como si lo fueran a veces es beneficioso.

Aunque a menudo resulta perjudicial, no solo por inútil, ya que los problemas no médicos – como que te traten mal en el trabajo – no se solucionan medicamente sino porque además acostumbran a generar iatrogenia como ocurre en muchos casos de prescripción de ansiolíticos y desde luego en algunos de vitaminas.

Pero en el caso de la sobreprescripción de la vitamina D la cuestión es que en la mayoría de las ocasiones no se trata de corregir ninguna deficiencia clínicamente objetiva, si no de alcanzar unas concentraciones que se suponen “normales” aun cuando no tengan relación con problemas de salud médicamente solucionables.


Referencias

[1] Manson JE, Brannon PM, Rosen CI, Taylor CL. Vitamina D Deficiency–is there really a pandemic? N Enlg J Med 2016;10: 1817-20.

[2] LeBoff ML, Chou S H, Ratliff KA, et al Supplemental Vitamin D and Incident Fractures in Midlife and Older Adults. N Engl J Med. 2022; 387: 229-09.

[3] Laporte JR. Crònica d’una societat intoxicada. Barcelona: Columna edicions, 2024: 375.

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