Asumir la incertidumbre: a propósito del covid persistente

11/12/2023

La pandemia de la covid-19 sigue preocupando a la población y a los profesionales sanitarios. Entre los distintos motivos de inquietud destaca el denominado covid persistente, una posible consecuencia de la infección a la que se le están dedicando muchos artículos en las revistas médicas más prestigiosas. Atendiendo a los criterios taxonómicos tradicionales podría denominarse más propiamente covid-19 crónico o quizás, secuelas postcovid-19 agudo (SPCA).

Un cuadro clínico impreciso cuya característica más notoria sería el antecedente de la covid, lo que induce la sospecha que pudiera tratarse de la influencia de un eventual efecto etiqueta[1]. Haber sido diagnosticado como enfermo de covid-19 puede comportar, independientemente de la gravedad del padecimiento – si bien es más frecuente entre los casos más graves – la percepción de haber experimentado un problema de salud singular cuyas consecuencias son, en buena parte, desconocidas.

La incertidumbre nos incomoda

Aunque la capacidad de comprensión de los humanos no sea precisamente ilimitada, la tendencia a buscar explicaciones parece innata o por lo menos bastante generalizada. Reflexión que llevó al filósofo David Hume a considerar la causalidad como una interpretación psicológica, lo que no le impedía aceptar la utilidad práctica de la investigación etiológica. Sin olvidar, no obstante, que muchas de las explicaciones que nos damos, a menudo son parciales cuando no erróneas.

Digresión que nos permite considerar la eventualidad de que las secuelas postcovid-19 agudo o, al menos, algunas de ellas, sean debidas al efecto etiqueta. Una explicación alternativa cuya potencial verosimilitud se incrementa si tenemos en cuenta la cantidad de noticias relacionadas con esta eventualidad a la que es accesible la población. Una accesibilidad que probablemente se acentúa entre aquellas personas que han padecido la enfermedad. Por lo que síntomas inespecíficos como cansancio, apatía, incomodidades y en algunos casos incluso algias más o menos limitantes podría suponerse que se deben a secuelas de la enfermedad, aunque en realidad no fueran consecuencia directa de los efectos biológicos de la infección.

La verdad es que, hasta el momento, la definición de covid-19 crónica es más bien elusiva. Ya que las manifestaciones clínicas de los trastornos que inicialmente se atribuyen a unas supuestas secuelas crónicas postcovid-19 agudo son muchas y muy variadas. Un reciente estudio[2] recopila hasta 37 síntomas de distintos dominios presentes en las supuestas SPCA. En el que se constató que los síntomas a largo plazo asociados con la infección por SARS-CoV-2 abarcaban múltiples sistemas orgánicos. 

La diversidad de síntomas puede estar relacionada con reservorios virales persistentes, autoinmunidad o lesión orgánica diferencial directa. Pero también puede ser debida a sesgos y a errores de selección. Por lo que resulta conveniente disponer de una definición clínica lo más precisa posible. Determinar cuáles son las manifestaciones clínicas – signos y síntomas – que permiten establecer un diagnóstico lo suficientemente preciso y consistente. Para conocer mejor el problema y, en su caso, para tratar de conseguir algún tratamiento que cure o alivie a las personas afectadas. Algo que también podría conseguirse descartando que se trate de verdaderas secuelas.

Lo que nos lleva a plantearnos la conveniencia de gestionar adecuadamente la incertidumbre, como sanitarios profesionales y responsables de la atención a los pacientes. Algo que es más fácil proponer que conseguir en la práctica. A pesar de que la incertidumbre sea una característica frecuente en nuestra vida cotidiana, consuetudinaria que tal vez hubiera dicho Antonio Machado.

En cualquier caso, este fue el objetivo principal de los autores del citado estudio, identificar las características que mejor se correspondieran con el SPCA. Para ello, reunieron una cohorte de unas diez mil personas reclutadas en distintos centros de los EEUU y Puerto Rico, aplicando una sofisticada serie de métodos estadísticos y de simulación con los que seleccionar los síntomas que les parecieron más consistentes con la eventualidad del proceso.

La idea era, dada la heterogeneidad de los síntomas, determinar si el síndrome postcovid-19 agudo se corresponde con una condición o refleja distintos patrones que tal vez conciernen a diferentes desarrollos. Lamentablemente, los resultados obtenidos no son concluyentes; aunque 12 de los 37 síntomas estudiados pudieran tener una mayor significación y sobre todo haber dado con una regla de clasificación para desarrollar un algoritmo actualizado que incorpore síntomas y características biológicas lo que según los autores representa un primer paso y podría servir como punto de partida para futuras investigaciones. 

Por otro lado, para valorar hasta qué punto la sintomatología postcovid-19 es atribuible directamente a la infección, más que a un posible efecto etiqueta, puede resultar orientativo determinar la frecuencia de esta alteración entre personas infectadas asintomáticas. Lo que han tratado de averiguar Yirui Ma y colaboradores mediante una revisión y un metaanálisis con el objetivo de explorar las consecuencias a largo plazo de la infección asintomática por SARS-CoV-2[3]. Mediante la selección de estudios de cohortes observacionales sobre los efectos a largo plazo sobre la salud de las infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 y la utilización de modelos de varianza inversa de efectos aleatorios para evaluar la prevalencia agrupada y su intervalo de confianza del 95% de los síntomas a largo plazo. El metaanálisis incluyó 97 casos de infección asintomática y 1043 casos con síntomas. En comparación con la infección sintomática, la asintomática se asoció con un riesgo significativamente menor de desarrollar secuelas relacionadas con la covid-19 pero no nulo.

Lo que va en favor de la existencia real de secuelas persistentes atribuibles directamente a la infección, aunque todavía no disponemos de una definición suficientemente robusta de caso, imprescindible para orientar el pronóstico y en su caso la terapéutica precisa.

Una incertidumbre que no es extraordinaria en el ámbito de la práctica clínica, en el que a menudo hay que enfrentarse a situaciones ambiguas que requieren respuestas singulares no siempre satisfactorias. Sin embargo, la covid-19 y, desde luego, la enorme atención que le dedican todavía los medios de comunicación social ha generado una actitud tal vez hipersensible que quizás distorsiona la percepción de profesionales y pacientes. Aumentando el temor a padecer secuelas de duración y gravedad desconocidas.

Lo que requiere incrementar la prudencia y la sensatez a la hora de afrontar este tipo de situaciones con los pacientes y aprender a gestionar lo más adecuadamente posible la incertidumbre que, contrariamente a lo que parece, es muy frecuente en la vida de cada día.


Referencias

[1] En medicina ocurre cuando alguien es diagnosticado de una determinada enfermedad o deficiencia y actúa como si realmente la padeciera, aunque no sea el caso.

[2]  Thaweethai T,  Jolle SH,  KArlson EW, et al. Desarrollo de una definición de secuelas postagudas de la infección por SARS-CoV-2. JAMA. 2023;329(22):1934-1946. doi:10.1001/jama.2023.8823.

[3] Ma Y, Deng J, Liu Q, Liu M, Liu J. Consecuencias a largo plazo de la infección asintomática por SARS-CoV-2: una revisión sistemática y un metanálisis.  Int J Environ Res Salud Pública. 2023 enero; 20(2): 1613. doi:  10.3390/ijerph20021613.


Foto de Marco Testi

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