
En un sistema sanitario donde la complejidad crece, los recursos se tensionan y los profesionales acumulan cansancio estructural, volver a hablar de “sanidad basada en valor” puede parecer un lujo teórico. Pero ¿y si no lo fuera? ¿Y si fuera, precisamente, la clave para sostener el sistema a medio plazo sin renunciar a la calidad, a la equidad ni a la humanidad?
No hablamos de una moda conceptual ni de un mantra de consultoría. Hablamos de una transformación real y profunda que invita a reorganizar el sistema no solo según lo que cuesta, sino sobre todo según lo que vale: lo que de verdad mejora la vida de las personas. Y para caminar en esa dirección, necesitamos referencias concretas que muestren que otro modelo es posible. Escocia es una de ellas.
Allí, el enfoque basado en valor ha sido más que un experimento: ha orientado de forma transversal la política sanitaria pública. Sin grandes fuegos artificiales, pero con una constancia estratégica y una coherencia operativa difícil de encontrar en otros contextos. Escocia no es una utopía, pero ofrece señales que merece la pena leer con atención.
¿Qué significa realmente “sanidad basada en valor”?
El concepto de “valor” aplicado a la sanidad es tan potente como escurridizo. A menudo se asocia únicamente a eficiencia, cuando en realidad su núcleo está en la pregunta: ¿qué resultados relevantes estamos consiguiendo para las personas, en relación con los recursos que invertimos?
La sanidad basada en valor, en su formulación más genuina, se apoya en cuatro pilares:
- Resultados que importan al paciente (no solo los clínicos, también los funcionales, emocionales y sociales).
- Coste-efectividad real (más allá del coste unitario).
- Medición continua y significativa, que informe las decisiones.
- Reparto justo de los recursos, priorizando aquello que genera mayor beneficio para la comunidad.
Es, en definitiva, una propuesta ética, clínica y organizativa que exige más cabeza… pero también más alma.
Escocia: un modelo silencioso, pero firme
Desde 2008, Escocia ha ido construyendo progresivamente una orientación al valor en su sistema sanitario, con iniciativas pioneras como el Scottish Patient Safety Programme y el uso sistemático de PROMs y PREMs, que han culminado en la publicación de la Estrategia de Valor en 2023. No ha sido una medida aislada, sino una política de salud pública con visión sistémica. Algunas claves explican su trayectoria:
1. Medir lo que cuenta
El uso sistemático de resultados reportados por los propios pacientes (PROMs) y de su experiencia asistencial (PREMs) ha sido central. La idea no es medir por medir, sino entender cómo viven las personas, su proceso de salud, y actuar en consecuencia.
2. Elegir con evidencia, no por costumbre
El sistema escocés ha identificado procedimientos de escaso valor y ha promovido guías clínicas que orientan hacia la eliminación de prácticas inefectivas. No por imposición, sino mediante diálogo con los profesionales y análisis de impacto.
3. Transparencia como palanca de mejora
Los datos no se encierran en despachos. Son públicos, comparables y accesibles. Esta transparencia permite detectar variabilidad no justificada, aprender de los mejores y promover una cultura de rendición de cuentas saludable.
4. Profesionales como protagonistas
Nada de esto habría sido viable sin el liderazgo clínico. En Escocia, la transformación no se decretó desde arriba: se construyó conjuntamente desde abajo, con profesionales que encontraron sentido en el cambio y se implicaron en su diseño y evaluación.
5. Continuidad institucional
Este proceso no ha dependido del color político del momento. Ha habido consenso transversal en que la sanidad basada en el valor es una política estructural, no una ocurrencia de legislatura. Esa continuidad ha generado confianza y ha permitido avances sostenidos.
¿Y qué podemos aprender desde otros sistemas?
Cada entorno tiene sus singularidades, pero el modelo escocés ofrece lecciones valiosas para cualquier sistema sanitario que aspire a evolucionar hacia un enfoque más sensato, humano y sostenible:
- El valor no se proclama: se mide, se practica y se revisa. Si no hay métricas que incluyan la voz del paciente, el discurso se vacía.
- La cultura profesional es el terreno fértil. Los cambios duraderos nacen cuando los equipos clínicos los sienten como propios, no cuando se imponen desde la jerarquía.
- La transparencia es terapéutica. Comparar datos, compartir aprendizajes y hablar de resultados no es castigo, es una forma de cuidarnos como sistema.
- La estrategia requiere narrativa. No basta con estructurar indicadores. Hay que construir un relato comprensible, movilizador y ético que justifique por qué y para qué se cambia.
Cataluña cuenta con referentes valiosos que pueden servir de palanca para avanzar. La Guía para la implementación de proyectos de atención sanitaria basada en el valor, elaborada por AQuAS, ofrece un enfoque práctico para desimplementar prácticas de bajo valor, fomentar la toma de decisiones compartidas y mejorar los servicios asistenciales. Desde la propia Sociedad Catalana de Gestión Sanitaria, el grupo de trabajo de Atención Sanitaria Basada en Valor ha trazado un decálogo de recomendaciones para orientar al sistema, subrayando la necesidad de reactivar la Central de Resultados, impulsar la coordinación mediante incentivos y reforzar la autonomía de gestión.
También en el País Vasco encontramos una referencia destacada: la Estrategia de Valor de Osakidetza, lanzada en 2023 como el primer plan autonómico en España específicamente dedicado a este ámbito. Esta estrategia plantea un cambio profundo, pasando de un modelo centrado en la actividad a uno enfocado en el impacto real en la salud de las personas, con acciones como la sensibilización de profesionales y pacientes, la incorporación de PROMs y PREMs, y la exploración de modelos de financiación basados en valor.
A nivel nacional, destacan tres iniciativas que impulsan la transformación hacia una atención sanitaria basada en valor. El Atlas de Variaciones en la Práctica Médica (Atlas VPM), desarrollado por el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud, cartografía desde 2002 la variabilidad injustificada en la atención sanitaria en España, proporcionando una herramienta esencial para identificar áreas de mejora en la práctica clínica. El programa Hospitales TOP 20 de IQVIA, con más de 20 años de trayectoria, ofrece un benchmarking objetivo basado en indicadores que evalúan calidad, eficiencia y adecuación en más de 250 hospitales públicos y privados. Por su parte, Think&Act for Value, coordinado por EIT Health Spain, es una plataforma colaborativa público-privada que promueve la implementación de la atención sanitaria basada en valor en el Sistema Nacional de Salud, facilitando el debate, la difusión de casos de éxito y el apoyo a proyectos innovadores.
Estas iniciativas, si bien diversas, muestran que el cambio ya está en marcha, aunque aún queda camino por recorrer.
El valor no se impone: se cultiva
Una idea clave que resuena en todos los análisis es que el valor no se puede imponer por decreto. Se siembra, se cultiva y se cuida. No brota automáticamente de una guía clínica ni de una hoja de Excel. Requiere tiempo, confianza, diálogo y una ética compartida.
También implica redefinir el éxito. En un sistema basado en valor, no se trata solo de hacer más con menos, sino de hacer mejor con lo que tenemos. Eso exige tomar decisiones difíciles, sí. Pero también implica liberar tiempo y recursos para aquello que de verdad transforma la vida de las personas: acompañarlas, respetar sus preferencias, evitar intervenciones innecesarias, coordinar mejor la atención.
¿Estamos preparados?
No se trata de copiar, sino de inspirarnos con humildad. Aplicar este enfoque requiere madurez institucional, sistemas de información interoperables, espacios de deliberación clínica, tiempo protegido y una convicción profunda de que el cambio no es solo posible, sino necesario.
Impulsar la sanidad basada en valor no es una opción más en el menú de reformas: es quizás la única vía para sostener un sistema público que quiera seguir siendo digno, accesible y eficaz. No para dentro de veinte años. Para mañana mismo.
El ejemplo de Escocia ha demostrado que se puede. Y cuando un modelo lo ha logrado —con sus imperfecciones, pero con coherencia—, lo más honesto que podemos hacer no es aplaudir desde lejos, sino preguntarnos, con toda seriedad y compromiso: Y nosotros, ¿a qué esperamos?