Recuerdo como, tan solo unas semanas antes de la declaración del estado de alarma, mirábamos primero a China y más tarde a Italia con estupefacción e incredulidad, como si lo que allí pasaba no fuera con nosotros, como meros espectadores. Quizás pensábamos que las fronteras podrían protegernos o, cuando menos, nos daría tiempo para anticiparnos y hacerlo mejor que los chinos o los italianos. Cuando pasamos a la acción, nuestros planes de contingencia sanitarios todavía frescos fueron pulverizados en menos de 48 horas por un tsunami que nos condujo directamente al terreno de la improvisación.
No todas las pandemias son tan rápidas
No todas las pandemias son tan rápidas. De hecho, desde la década de los ochenta venimos contemplando otra amenaza global para la salud que tendrá un impacto mucho mayor que el de la COVID-19: la emergencia climática. No podemos decir que no hemos tenido tiempo de anticiparnos, pero la emergencia climática “no vende, no va con nosotros”. Es muy posible que esta entrada bata el récord de ser una de las menos leídas de este exitoso blog. No me malinterpreten, como ciudadanos intentamos contribuir a la lucha contra la crisis medioambiental de manera individual. Sin embargo, colectivamente, como integrantes del sector salud, a pesar de estar directamente implicados en afrontar sus consecuencias en la salud, que no son pocas, y ser responsables de la emisión del 5% de los gases de efecto invernadero, en general hemos adoptado un papel más de meros espectadores que de actores protagonistas.
El efecto espectador
Existe un fenómeno descrito en psicología que se conoce como “efecto espectador”, según el cual es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas alrededor que cuando se está solo. Me pregunto si no será esta la causa de nuestra falta de liderazgo y protagonismo en la lucha contra la emergencia climática. Si tienen 9 minutos escuchen a la Dra. Hanna Linstadt, especialista en medicina de urgencias, explicar por qué el cambio climático es una emergencia sanitaria que requiere actuación urgente y liderazgo por parte de los profesionales sanitarios o den un vistazo rápido al gráfico siguiente:
Pero centrémonos en las oportunidades y no ahondemos en el pesimismo. Aprender de la crisis de COVID-19 podría contribuir a prepararnos para afrontar la emergencia climática y futuras pandemias. Un artículo reciente señala algunos paralelismos entre ambas. Aparte de tener un carácter global obvio y propio de cualquier pandemia:
- Ambas muestran de manera diferida su verdadero poder destructivo en la salud y la economía. Cualquier retraso en las estrategias de contención y mitigación puede tener consecuencias irreversibles. No podemos esperar a que las consecuencias se manifiesten localmente en nuestros países para tomar decisiones drásticas.
- Necesitan liderazgo científico y de los profesionales sanitarios para afrontarlas. Sus evidencias son constantemente cuestionadas por negacionistas y ambas generan encendidos debates sobre si hay que priorizar la salud o la economía, como si fuera posible separar ambos objetivos. Las acciones políticas contra la pandemia deben basarse en argumentos científicos y necesitan la implicación de los profesionales.
- Requieren un liderazgo político global y una cooperación internacional difíciles de conseguir. Las soluciones de fondo son altamente impopulares y plantean grandes desafíos a los gobiernos que a menudo abandonan los compromisos adquiridos por gobiernos anteriores como ha ocurrido con el acuerdo de París. Tampoco se observa de momento cooperación internacional para afrontar la pandemia COVID-19 e incluso hemos visto competir a los diversos países por la compra de equipos de protección y medicamentos.
- Requieren la implicación de la ciudadanía en las soluciones que suponen importantes sacrificios por su parte. Para conseguir dicha implicación tiene que haber una percepción de amenaza real, mucho más difícil en la crisis climática que en la COVID porque los tiempos son más largos y los efectos más diferidos. Los profesionales sanitarios podemos contribuir a dicha percepción de amenaza.
- Exacerban las desigualdades sociales. Como en el caso de la COVID, en la crisis climática, también los pobres sufrirán más las consecuencias y tienen menos recursos para prevenirla y para adaptarse a la propia crisis y a las estrategias de mitigación. Por lo tanto, es importante compensar las desigualdades sociales que son sinónimo de enfermedad.
El papel del sector salud en frente de la emergencia climática
Es cierto que algunos de los grandes retos que plantean ambas pandemias quedan muy lejos de nuestro alcance como profesionales de la salud. Pero hay algunos “brotes verdes” y oportunidades que pueden ayudarnos a reaccionar y a pasar de espectadores a actores, aunque sea de reparto.
El concepto de net zero o balance cero emisiones en la atención sanitaria significa alcanzar un equilibrio para las emisiones de gases de efecto invernadero que se generan directa o indirectamente en un edificio o en una actividad determinada. Se trata de cubrir todas las necesidades energéticas con energías renovables, o bien compensarlas por otros medios, para lograr anualmente la “neutralidad climática” para el conjunto de sus operaciones.
El sector salud consume mucha más energía que la mayoría de las otras actividades comerciales y de servicios. El National Health Service británico ha sido el primer sistema de salud que ha anunciado su compromiso para alcanzar en 2040 el objetivo net zero y ha diseñado un plan para conseguirlo.[2] Para el 80% de las emisiones que controla directamente, el objetivo se alcanzará ya en 2030, pero necesitará más tiempo para poder llegar a las que no están bajo su control directo (suministros o movilidad de pacientes y profesionales).[3] El 21 de enero pasado, el Consejo de Ministros declaró la emergencia climática en España y se comprometió a desarrollar 30 líneas de acción para hacer frente a la crisis. Pocos días antes, en Cataluña, la Agencia de Salud Pública presentó el Programa de respuesta frente a la emergencia climática y anunció la creación de una web específica para facilitar a la ciudadanía y a los profesionales sanitarios el acceso a la información y los indicadores de salud con relación a los efectos de la emergencia climática en Cataluña.
Podríamos pensar que se trata solo de un tema de eficiencia energética y que de eso ya se encargan los ingenieros, pero no es así. Los profesionales sanitarios podemos hacer mucho, les aseguro que hay mucho margen de mejora. La telemedicina es un ejemplo obvio de como nuestros procesos no solo pueden ser más eficientes, sino más respetuosos con el medio ambiente y de como, si los percibimos como una urgencia, podemos transformarlos rápidamente. La prevención y promoción de la salud y el movimiento right care contribuyen también a ello reduciendo la demanda de atención sanitaria evitable tal como comenté en un artículo anterior. También habrá que incorporar la huella de carbono generada a la evaluación que hagamos de las tecnologías sanitarias. Les recomiendo un interesante artículo en el que se recogen estudios sobre la huella de carbono generada por diferentes sectores sanitarios (industria farmacéutica), especialidades médicas (urgencias, cirugía, medicina intensiva), procedimientos o tratamientos (diálisis renal, cirugía de cataratas, inhaladores para el asma).[4] El artículo explica como avanzar hacia el objetivo “cero emisiones” en la atención sanitaria, describe algunas iniciativas y estrategias y apela a la comunidad médica para liderar este cambio y aprovechar las oportunidades que han puesto de manifiesto las adaptaciones urgentes del sistema durante la pandemia COVID-19.
Conectar la práctica clínica y la gestión sanitaria con la crisis climática nos ofrece otras oportunidades. No hay que olvidar que los fondos para la recuperación económica después de la COVID-19 tienen vocación de transformar el sistema. Los modelos de atención innovadores que utilicen los aprendizajes adquiridos durante la pandemia tendrán posiblemente más oportunidades de recibir financiación, más aún si encajan con la estrategia de recuperación y resiliencia post-COVID de la Comisión Europea basada en el denominado Green Deal o Pacto Verde Europeo de crecimiento sostenible hacia la neutralidad climática en 2050.
Por otra parte, una estrategia de compromiso y liderazgo frente a la crisis climática en nuestras organizaciones nos ayudaría también a crear una cultura inclusiva a la que sumar no solo a los profesionales sanitarios, sino también al resto de los profesionales que trabajan en la organización (recursos físicos, limpieza, logística, etc.).
La crisis COVID19 y la emergencia climática tienen paralelismos evidentes. Como profesionales comprometidos con la salud deberíamos aprender de la actual pandemia COVID y aprovechar las múltiples oportunidades que nos ofrece para pasar de ser espectadores a actores en la contención y mitigación de la verdadera gran pandemia de nuestro siglo que ya está aquí y no admite demora.
Referencias
[1] Klenert D, Funke F, Mattauch L, and O’Callaghan B. Five Lessons from COVID-19 for Advancing Climate Change Mitigation (June 2, 2020).
[2] Klenert D, Funke F, Mattauch L, O’Callaghan B. Five lessons from COVID-19 for advancing climate change mitigation. Environmental and Resource Economics. 2020 Aug;76(4):751-78.
[3] Salas N R, Maibach E, Pencheon D, Frumik H. A pathway to net zero emissions for healthcare BMJ 2020;371:m3785. http://dx.doi.org/10.1136/bmj.m3785.
[4] Torjesen I. NHS aims to become world’s first “net zero” health service by 2040. BMJ 2020;371:m3856. doi: 10.1136/bmj.m3856 pmid: 33008827.
Foto de Werner Du plessis
Este artículo se publicó originalmente el 2 de noviembre de 2020 en Avances en Gestión Clínica