“Iremos a la hoguera, nos quemaremos, pero no olvidaremos nuestras convicciones”
Nikolái Vavílov[1]
No me lo podía creer. El teléfono acaba de sonar por quinta vez y solo necesitaba que me dieran un momento. Sí, ya sabía que aún había dos guardias por cubrir y que el contrato no se había podido firmar, pero necesitaba un poco de tiempo para que la última ponencia finalizara y pudiera contestar a la llamada. Mientras, respiraba hondo e intentaba abrir torpemente el correo, al menos eso sí lo podía hacer. A los pocos minutos, todos estaban tomando café de forma distendida. Yo, sin embargo, caminaba nerviosa de un lado a otro del pasillo, hablando por teléfono, sin lograr encontrar solución a aquel incendio repentino que amenazaba con dar al traste toda la actividad asistencial de ese fin de semana. Decidí no esperar más, y recogí mis cosas. Solo me despedí de un compañero “No sé qué estoy haciendo aquí. Me vuelvo al despacho a trabajar” Él me contestó “es lo que debes hacer” El camino de regreso fue muy malo. Un gran sentimiento de tristeza me inundaba y tenía ganas de dejarlo todo: la gestión, estudiar, escribir… Pero, aunque las ganas existían, el tirar la toalla no se encontraba como una posible opción.
¿Por qué debemos seguir? Esa era la pregunta que se repetía en mi cabeza…y no tardó en aparecer la respuesta: Porque este trabajo es algo más que apagar fuegos. Porque existe una causa justa en la que creemos y por la que debemos luchar, y esa causa no es otra que reforzar y hacer perdurar un sistema sanitario mejor, que nos trascienda, que garantice la equidad y que tenga a las personas como centro del sistema.[2] Entonces recordé el libro de Simon Sinek “El juego infinito” que había leído dos años atrás y al que se hacía referencia en “Buscando el manual del gestor novato: Las reglas del juego”.[3] Había caído en la trampa de otros jugadores: jugar con reglas finitas, en un juego infinito, e intentar ganarlo con soluciones rápidas y, lógicamente, no lo estaba consiguiendo. Mi causa justa se había desdibujado en pos de una supervivencia diaria, que me llevaba al desánimo y a volver a casa cada día con la sensación de no haber hecho nada. Y no era la única que se sentía así. Necesitamos detenernos y reflexionar, levantar la mirada más allá de nuestro entorno cercano y luchar firmemente por nuestra causa, nuestro sistema sanitario, evaluar su situación actual y trabajar por él, todos con las mismas reglas.
Recientemente la European University Hospital Alliance (EUHA) ha publicado un artículo de consenso “Rethinking Healthcare Systems” donde se hace un análisis sobre la situación actual de los sistemas sanitarios y donde se nos invita a “repensar esos sistemas”.[4] En este artículo se recogen los desafíos a los que se enfrenta nuestra sanidad actual, como son el déficit de profesionales: jubilaciones, la falta de atractivo del sistema sanitario, por motivos económicos o de conciliación, y lo que todo esto conlleva, la sobrecarga y el agotamiento de los que continúan. El otro desafío es la mejora de la productividad y el cambio de la organización que ha de adaptarse a una creciente demanda sanitaria de la población, que no solo necesitará una respuesta, sino también la realización de un trabajo adecuado en la prevención de la enfermedad y en educación sanitaria. Esa creciente exigencia, no se puede mantener, ni económica ni humanamente, por lo que la sostenibilidad y la equidad del sistema sanitario universal, tal y como lo entendemos, se encuentran amenazadas.
Necesitamos, por tanto, un sistema con integración clínica y operativa, que sea vertical y que aborde desde la atención primaria hasta la hospitalaria, horizontal, incluyendo a la atención social y comunitaria y longitudinal, a lo largo del ciclo de la vida. Y solo hay una manera de conseguirlo: trabajando juntos, autoridades, hospitales, atención primaria, profesionales, ciudadanos y pacientes. Estamos condenados a entendernos y la única forma de hacerlo es conocer la realidad del otro, sus necesidades, compartir objetivos comunes y trabajar en equipo.
Los desafíos diarios no son más que las brechas visibles de las debilidades de nuestro sistema. Por qué no empezar a solventarlas más que con soluciones finitas, que nos proporcionan un éxito inmediato y efímero, con mejoras a largo plazo. Hemos de asumir una visión infinita que vaya más allá de nuestro entorno. Lo que es bueno para nuestra área, también puede ser bueno para otras, y no debemos ser egoístas o presuntuosos con nuestro trabajo. Hay que compartir experiencias, exportarlas, adaptarlas y mejorarlas si es posible. No podemos seguir siendo islas dentro de un mar común, nos necesitamos cada día más, y el sistema nos necesita unidos. Porque el verdadero valor de una organización se mide por el deseo que tienen sus integrantes de contribuir a la capacidad de dicha organización de seguir teniendo éxito, no solo durante el tiempo que están ahí, sino mucho después de dejar su cargo.
Es por eso, por lo que nos encontramos en un momento clave para que tengamos claro cuál es nuestra causa justa y luchemos por ella: Mantener y fortalecer un sistema sanitario sostenible y resiliente, que garantice el acceso a una atención sanitaria de calidad, equitativa y universal. Eso marcará nuestras reglas, que han de ser diferentes a las antiguas, y los pasos que debemos dar para aprender a liderar este juego infinito.
Referencias
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Nikol%C3%A1i_Vav%C3%ADlov
[2] Causa justa: Es una visión concreta de un estado futuro que todavía no existe, y que es tan atractivo, que la gente está dispuesta a hacer sacrificios para ayudar a que se avance hacia esa visión. Simon Sinek “El juego infinito” Ed. 2020
[3] “Buscando el manual del gestor novato: Las reglas del juego” Avances en Gestión Clínica 20/6/22 https://gestionclinicavarela.blogspot.com/2022/06/buscando-el-manual-del-gestor-novato.html
[4] https://www.euhalliance.eu/rethinking-healthcare-systems/
Foto de Rafael Ishkhanyan