Hay síntomas inequívocos de que nuestro modelo de organización social, económico y político está en declive. El malestar social, la indignación contra el estamento político, la incertidumbre de los mercados y la inestabilidad que vive la economía nacional, europea y mundial, nos muestra, de forma fehaciente que nuestro modelo está bajo mínimos.
Un nuevo paradigma en el liderazgo
La crisis que padecemos no es circunstancial, ni es accidental. Tampoco es una herida que altera a un órgano del cuerpo. Altera a todo el cuerpo y esto significa su fisiología, su funcionamiento, el conjunto de órganos que lo constituyen. Es una crisis global. Darse cuenta es básico para remediarlo.
Necesitamos, ante todo, tomar consciencia. Tomar consciencia es el primer acto para transformar la situación que vivimos. La consciencia es la fuerza motriz del cambio. Todo comienza con un acto de consciencia colectiva. Con la individual no es suficiente. Es necesario que muchos tomemos consciencia, porque sólo si somos muchos, es posible hacer la transición, el cambio que el mundo está pidiendo con urgencia.
Nuestra sociedad en crisis estructural reclama liderazgos auténticos que orienten sus cualidades hacia la comunidad; liderazgos que sepan darse, priorizando el bien común a su interés particular; liderazgos, en definitiva, que se crean lo que el “poder es servir”.
Tener poder para servir al bien común: ésta es la base del buen liderazgo
Humilidad
El buen líder sabe que, solo, con sus propias fuerzas e ingenio, no puede hacer realidad sus objetivos, no puede concretar la visión que desea realizar; por eso necesita reconocer sus límites y unirse con otras personas competentes. Sentirse indispensable, inmortal o inmune al error o fallo es consecuencia de la soberbia y la soberbia es pecado capital, uno de los vicios más ampliamente descritos en la tradición moral de la iglesia.
Coherencia
Sólo quien es coherente es digno de credibilidad y puede exigir a los demás unas actitudes honestas y conforme a los valores de la comunidad.
En la actualidad, vivimos una sed social de liderazgos auténticos. La emergencia de nuevos liderazgos políticos en la escena europea hace pensar. Figuras desconocidas en la vida pública se han convertido en modelos de referencia para muchos ciudadanos, especialmente jóvenes. Esta emergencia sorprende e inquieta a los políticos tradicionales, porque observan cómo la ciudadanía desea otro discurso, otra forma de hacer, en definitiva, una renovación del pesebre viviente.
Al preguntar a las personas que optan por apoyar estas nuevas formas de liderazgo social y político, la respuesta es prácticamente unánime: ven coherencia, congruencia entre el personaje y el discurso, entre la puesta en escena y la palabra dicha.
Entusiasmo
Se presupone en el líder una buena dosis de entusiasmo por la visión que persigue. El entusiasmo es la fuerza interior que le mueve y le conmueve a trabajar, a tomar decisiones, a dar su talento en bien de la comunidad. También se supone que tiene confianza en sus colaboradores y en sí mismo, que tiene esperanza de mejorar la comunidad y de caminar progresivamente hacia el horizonte deseado.
Un líder apático, amodorrado o descreído es una contradicción en los términos, porque justamente lo que se espera de él es que active a los seguidores, despierte pasiones, entusiasmo a los demás con la visión.
Un buen líder da confianza, tiene credibilidad, genera seguridad a su alrededor. Esta confianza no es una atribución gratuita, sino que es el resultado de la competencia. Para generar confianza en la comunidad, es necesario ser competente, tener conocimiento y experiencia, saber los topes.
Las cualidades éticas imprescindibles para los nuevos liderazgos son humildad, coherencia, entusiasmo, competencia y porosidad
Competencia
Un líder es competente cuando sabe realizar bien las actividades que dependen de su profesión. No se puede ser competente en todo, porque la competencia exige dedicación y estudio, pero sí puede llegar a ser competente en una determinada área profesional si se pone esfuerzo.
Una persona competente nunca se encuentra suficientemente competente a sí misma. Este anhelo de dominar mejor su arte, el de cocinar, el de curar o el de cuidar, le lleva a huir de toda mediocridad y medianía y buscar, siempre, la compañía de los mejores, para que le enseñen lo que él desconoce.
La competencia puede entenderse a nivel técnico, pero también a nivel ético. Una persona es técnicamente competente cuando domina bien un arte, cuando sabe hacer bien lo que tiene entre manos. Una persona es competente éticamente cuando sabe tratar correctamente a los demás, cuando tiene habilidades sociales manifiestas, que la califican para trabajar en equipo y hacer cosas junto a los demás. La competencia ética es lo que permite aunar talento, trabajar en red, sumar esfuerzos.
Porosidad
Un buen líder no queda encerrado en un círculo. Escucha a personas diferentes, de diferentes ámbitos de la comunidad y evita la caída en la endogamia y en la repetición del mismo. Adopta movimientos de riesgo, sale del centro de la comunidad para ir a las periferias y escuchar el punto de vista de quienes sufren o están muy lejos de los centros de poder.
Esta salida del círculo de poder le da una buena dosis de realismo y comprensión de la realidad, lo hace permeable a las realidades sociales, políticas y culturales y le permite tomar decisiones con mejor conocimiento de causa.
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