Hay que ejercer la dimensión política del cuidado

06/12/2021

Las organizaciones sanitarias siempre han tenido claro que su misión consistía en cuidar la salud de la población a través de una atención que debía caracterizarse por la excelencia. Y por eso desde los ámbitos de la gestión se ha procurado que los profesionales de la salud del propio centro cumplieran con su código de ética profesional, que es lo que establece las actitudes éticas que deben asumir médicos, enfermeras, psicólogos, fisioterapeutas, trabajadores sociales, etc… para asegurar que las personas reciban una atención de calidad.

La organización debe cuidar a los profesionales para que puedan desempeñar su labor (cuidar a los demás) en las mejores condiciones

Sin embargo, tradicionalmente, el éxito de la calidad de la atención de la población ha pivotado, de forma casi exclusiva –y de forma injusta– en los propios profesionales, sin prestar demasiada atención al papel que juegan las organizaciones en el logro de este objetivo. Este hecho ha provocado el desencanto y la desmoralización de los profesionales dispuestos a dar lo mejor de sí mismos, pero que han visto cómo sus ilusiones se desvanecían sin poder hacer nada.

La ética de las organizaciones

Este sesgo que carga la responsabilidad de la calidad de la atención en los profesionales comienza a dar un giro a partir de los años setenta del siglo XX, cuando nace en Estados Unidos la ética de los negocios (business ethics), que posteriormente tomará formulaciones como “ética empresarial”, “ética de la gestión”, “ética de las organizaciones”, y que actualmente podría englobarse en la filosofía de la Responsabilidad Social Corporativa. La ética de las organizaciones genera un cambio muy importante, porque recuerda que la ética no sólo es individual, sino que también es corporativa y comunitaria. Esta nueva forma de concebir la ética que da el salto del deber personal a la responsabilidad colectiva es indispensable para “remoralizar” a las organizaciones y darles un nuevo impulso.

La ética de las organizaciones sanitarias parte de la idea de que los centros sanitarios, aunque tengan que velar por los aspectos económicos para garantizar su viabilidad, llevan a cabo una labor muy valiosa para la sociedad, y debe desarrollarse en el marco de unos valores éticos, y no sólo desde la mirada económica.

Según la filósofa Adela Cortina, que ha reflexionado ampliamente sobre la ética de la empresa, para forjar un éthos organizativo, esto es, un estilo corporativo, deberían tenerse en cuenta diferentes elementos:

  • La organización es, en primer lugar, un sistema de valores, con potenciales que deben aflorar a través de una cultura corporativa.
  • Las organizaciones deben redefinirse desde sus finalidades y, por tanto, desde los valores que las identifican.
  • La ética es una exigencia de los sistemas abiertos: en los sistemas cerrados lo moral se identifica con lo legal, mientras que en los sistemas abiertos, desregularizados, los profesionales necesitan normas de comportamiento que descansen en los valores de la institución. Estas normas adquiridas por los profesionales constituyen una cultura organizativa.
  • La ética es rentable porque genera sentido a la labor que se desarrolla y esto, al mismo tiempo, promueve la motivación de quienes trabajan en la organización.

Esta ética organizativa se recoge habitualmente en los códigos de ética de los centros sanitarios. Se trata de disponer de un instrumento para conocer los valores y concretar el tipo de acciones y procesos que la organización espera de su personal. Pero como hemos visto, para alcanzar este objetivo, la organización debe cuidar a quienes cuidan para que estén en las mejores condiciones para poder desempeñar su labor con excelencia tanto desde el punto de vista técnico como ético.

Cuidar a quienes cuidan

De la misma forma que las organizaciones sanitarias promueven un modelo de atención centrado en las personas, también es necesario instaurar, si no se ha hecho todavía, un modelo de organización basado en las personas, que cuide las necesidades del personal de la institución. La ética de las organizaciones incorpora el cuidado como fundamento de su acción, lo que significa que debe cuidar a quienes cuidan, y de todo lo que está implicado en la gestión.

Cuidar a los profesionales se concreta en realizar una asignación de recursos adaptada a las necesidades reales, favorecer la conciliación y facilitar procesos participativos

En este sentido es imprescindible, entre otros muchos aspectos, realizar una asignación de recursos adaptada a las necesidades reales, elaborar una buena planificación horaria, que favorezca el bienestar personal y permita la conciliación de la vida familiar con la vida laboral. Si el modelo de atención centrada en la persona hace énfasis en la autonomía, también el modelo de organización debe tener en cuenta la autonomía de su personal, y esto pasa por generar procesos de democracia participativa donde se pueda escuchar su voz. Las organizaciones que promueven la participación en los procesos de decisión o deliberación aumentan el sentido de pertenencia y, por tanto, de implicación en la buena marcha de los centros.

Cuidar de las organizaciones

Superado el escollo que considera que la calidad de la atención sólo depende de los profesionales, debe vigilarse de no caer de nuevo en el error de hacer pivotar, ahora, toda esta responsabilidad únicamente en las organizaciones.

La administración debe cuidar de las organizaciones y trasladar la obligación de cuidar a las políticas sanitarias que condicionan su funcionamiento

El cuidado es un engranaje en el que si falla alguna pieza todo el sistema se hunde, en el sentido de que nos deshumanizamos socialmente. Los profesionales deben cuidar de la ciudadanía. Las organizaciones deben cuidar de quienes cuidan, y las organizaciones sanitarias también deben ser cuidadas por parte de la administración, que es quien establece las políticas sanitarias, que condicionan posteriormente las políticas institucionales. La obligación de cuidar se ensancha más allá del ámbito de los profesionales y de la institución y adquiere una dimensión política.

También la administración debe ser “cuidadora”. Introducir el cuidado en la vida política significa dar un paso decisivo en la mejora de la sociedad. Como sostiene Victoria Camps en su última obra Tiempo de cuidados: “Hacer del cuidar un objetivo político significa atacar a los vicios que lastran el servicio público y que hacen de las administraciones organismos poco aptos para cumplir con su misión más propia, la de atender y auxiliar a la ciudadanía más necesitada. Significa diseñar estructuras que propicien la redistribución de las obligaciones de cuidarnos mutuamente”. Sólo desde esta concepción transversal de cuidar vamos a construir una sociedad verdaderamente democrática, más humana, y que garantice el futuro de las organizaciones.


Foto de Markus Spiske

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