El futuro de la salud nace de la tierra

25/12/2023

Un año después del nacimiento de la oveja Dolly (1989), la artista Natalie Jeremijenko clonó cien veces un nogal. Los clones los plantó, de dos en dos, a lo largo de la bahía de San Francisco (USA). Aunque todos los individuos compartían los mismos genes, todos crecieron diferentes. Las condiciones de luz, calidad del suelo, humedad, polución, etc. habían sido clave para que cada nogal fuera diferente de los demás a pesar de tener los mismos genes. Las condiciones ambientales tenían una gran influencia en el desarrollo y crecimiento de cada individuo.

Por algo similar, es notoria la crisis alimentaria en la que nos encontramos inmersos. Evidentemente, el problema de esta crisis no es el volumen de producción, de hecho, se producen alimentos suficientes para proveer a toda la población humana. La crisis alimentaria deriva más bien de la baja resiliencia del sistema de producción. La invasión a Ucrania ha sido bastante ilustrativa: la limitación a la exportación de cereales cultivados en la región fue polémica por sus consecuencias en el abastecimiento a los continentes africano y europeo. Esto se debe a que el sistema productivo actual se basa, sobre todo, en el monocultivo de grandes extensiones de tierra y en la venta del producto primario a precios ridículos —sobre todo comparados con el precio que acaba pagando el consumidor.

Este modelo, expansivo y homogeneizador, facilita una rápida degradación de las condiciones del suelo y ecosistémicas que obligan a muchos productores a tener que recurrir a productos químicos para facilitar el crecimiento de las plantaciones y protegerlas de plagas. En cambio, contrariamente a lo lógico por nuestro modelo mental arraigado en la economía de escala y la globalización, las plantaciones pequeñas, heterogéneas, mixtas, gestionadas desde perspectivas sistémicas y para la salud eco-sistémica, y que no pueden ser mecanizadas (lo que se llama agricultura regenerativa), tienen volúmenes de producción por hectárea muy superiores a los monocultivos tradicionales, incluso en condiciones adversas: sequías, altas temperaturas, lluvias o plagas.

Comparativamente, nuestra sociedad y las estructuras sociosanitarias han evolucionado dentro del mismo marco que nuestro sistema productivo y económico. En la agricultura, enfrentarnos a plagas nos lleva a menudo a utilizar pesticidas, buscando una solución directa al problema que percibimos. De forma similar, en la medicina, cuando se enfrentan enfermedades graves, la tendencia puede ser recurrir inmediatamente a tratamientos intensivos como la quimioterapia. En ambos casos, el enfoque puede ser ver y tratar la ‘enfermedad’ más que comprender y abordar las condiciones subyacentes que podrían haber contribuido a su aparición.

Sin embargo, la agricultura regenerativa nos ofrece una perspectiva diametralmente opuesta a lo planteado hasta ahora. Alimenta una armonía entre el hombre y la naturaleza, cultivando un terreno en el que la vida no sólo existe, sino que prospera y florece. Se promueve una interacción dinámica entre especies para que los individuos adquieran mayor resiliencia a condiciones diversas. Diferentes especies colaborarán para sostener su vida y hacer frente a los retos que les amenacen. Aunque las plagas y enfermedades estén todavía presentes, tanto el sistema como el individuo están mejor equipados para resistir y recuperarse.

De la misma forma, nuestra salud es el reflejo del entorno en el que vivimos. Una persona aislada en un ambiente estéril u homogénico tiene una resistencia limitada a los patógenos, similar a cómo los indígenas de América fueron devastados por enfermedades que eran inofensivas para los colonos europeos, o cómo las plantaciones extensivas no toleran las plagas, sequías, etc. . Si estamos rodeados de factores perjudiciales como microplásticos, contaminación atmosférica o alimentos altamente procesados, nuestra salud inevitablemente se verá afectada, como el monocultivo carece de la diversidad genética o de condiciones para sostenerse autónomamente.

En ningún momento sugiero renegar de la medicina moderna y contemporánea. Defiendo un giro en el enfoque de la función del sistema de salud. Reconectar con el lugar en el que vivimos, con sus capacidades, su abundancia, y diversidad es esencial para una sociedad más saludable. Los principios activos de muchos de los medicamentos que se utilizan tienen raíces en conocimientos ancestrales sobre el entorno, mientras que muchos de los daños que sufrimos derivan de malas condiciones ambientales: desde la contaminación, a la mala alimentación, a la desconexión con uno mismo y con la historia. La reconexión con el sitio implica establecer una nueva relación de respeto y reciprocidad, una mirada a largo plazo no sólo en nosotros sino en los futuros de las próximas generaciones. Invertir en salud no necesariamente debe significar poner más dinero en hospitales y CAP; invertir en salud puede también ser financiar la transición agroecológica, proteger espacios naturales, covivienda, transporte público, educar sobre el amor, la naturaleza, la escucha de uno mismo, etc.

Si queremos afrontar con éxito las amenazas de enfermedades emergentes, cambio climático y crisis alimentarias, debemos adoptar una visión holística. La salud del futuro no se trata sólo de medicamentos o tratamientos innovadores; se trata de reconocer que, como un nogal plantado en distintas condiciones, el contexto en el que vivimos influye profundamente en nuestro bienestar. La medicina del futuro deberá ser preventiva y curativa, trabajando en armonía con la naturaleza.

Tal como cuidamos un jardín, debemos cuidar de nuestro entorno y de nosotros mismos. Un cuidado jardín no sólo ofrece belleza visual, sino también alimentos nutritivos, aire limpio y un equilibrio ecológico. De la misma forma, una sociedad que valora la interrelación entre la salud humana y la salud ecológica no sólo tendrá ciudadanos más sanos, sino también una Tierra más resiliente y próspera. Al final, el mensaje está claro: cuidando de la Tierra, nos cuidamos a nosotros mismos.


Foto de Roman Synkevych

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