
Introducción
Economía de la salud y cultura de la seguridad del paciente. Dos conceptos básicos de nuestros sistemas sanitarios, pero seguramente escasamente comprendidos y poco aceptados. Con esta referencia se intenta facilitar el mejor conocimiento sobre ellos y allanar el camino profesional diario.
Y para ello, una reflexión: ¿Qué valoramos como pacientes en una organización sanitaria si sentimos o tenemos una “necesidad” sobre nuestra salud? Que el servicio sea flexible, accesible, próximo, útil, sin grandes demoras ni trabas administrativas, continuo en el tiempo (longitudinal), con un trato personal y cálido y, equitativo, que nos haga fluir en la organización. O en la misma línea: que la atención y los cuidados que necesitemos sean proporcionados de forma rápida, procedente, apropiada, coordinada, eficiente, útil, segura y conveniente. En corto: que se nos proporcione lo que realmente necesitamos, ni más ni menos, que se nos atienda de forma correcta (y ojalá, perfecta).
Pero como se sabe, no siempre es así: se generan “fallos”. Si nos centramos en “coordinada, segura y conveniente” se hace referencia directa a la calidad asistencial y la seguridad del paciente (y se debe añadir, la “seguridad profesional”).
En este sentido, ¿dónde entra aquí la economía de la salud?
Los conceptos esenciales
Pasemos a ello desde tres conceptos básicos: economía de la salud, evaluación económica y el coste de oportunidad.[1],[2],[3]
¿Qué es la Economía de la Salud?
La Economía de la Salud vela por la asignación eficiente de recursos, teniendo en cuenta tanto, las necesidades de salud de la comunidad – ciudadanía, la efectividad de las intervenciones y de los servicios de salud, los recursos involucrados y sus costes y, la equidad de la distribución de los cuidados de salud desde cada organización.
“En el contexto de recursos limitados, tanto gestores y responsables de políticas de salud deben adoptar un enfoque que maximice el valor de las decisiones garantizando una atención segura, de calidad y universal”.
Analiza y objetiva mediciones del estado de salud de cada comunidad, evalúa la efectividad de las intervenciones, cuantificando los recursos necesarios partiendo de los ya existentes y, estima la eficiencia y la equidad asociada al funcionamiento de los sistemas de salud (y de sus profesionales, y de sus intervenciones, y de las tecnologías implementadas y por implementar). Trata de analizar la relación entre los recursos sociales destinados al bien de la salud y los beneficios (en términos de bienestar) producidos por estos recursos utilizados, incluyendo su distribución entre diversas personas o grupos sociales para superar el problema de la equidad.
Los conceptos económicos de demanda, oferta, producción y distribución adoptan un sentido especial cuando se refieren a los bienes y servicios destinados a la salud de los seres humanos.
Se debe tener en cuenta su superposición directa con la salud pública: en el cuerpo conceptual de la economía de la salud se encuentra el desarrollo socioeconómico y el nivel de salud, la estructura y la organización de cada sistema sanitario, su financiación, las necesidades de salud y de servicios sanitarios, el análisis de la demanda y de la oferta, la planificación y la gestión de los recursos humanos, materiales y organizativos, la gestión financiera y presupuestaria, la equidad y la justicia social, y otras áreas de interés como los determinantes de salud, la definición, medida y valoración de la salud, las relaciones de agencia, las técnicas de producción, los costes y la eficiencia productiva, el equilibrio del mercado sanitario, los precios, los tiempos de espera y otros mecanismos de asignación y distribución, la evaluación global del sistema y, la planificación, el diseño, la ejecución y el control de las políticas sanitarias.
¿Qué es la evaluación económica en “salud”?
Desde la evaluación económica, la economía de la salud ofrece una técnica de análisis de la eficiencia, valorando los costes (qué recursos va a consumir) y los resultados (las consecuencias en salud que se alcanzan), comparando alternativas en competencia para de esta forma alcanzar la óptima asignación de los recursos disponibles (talentos y, técnicos). Se valora una situación concreta en cuanto al volumen de inversiones que precisa y la rentabilidad económica y social que puede alcanzarse, orientando las alternativas en acción.
Su base es que los recursos (la inversión proyectada y la apreciación de su pertinencia) deben ser utilizados en aquellos bienes y servicios que produzcan el mayor beneficio sanitario, en relación con sus respectivos costes. Por ello incluye también la valoración de la pertinencia de estas inversiones desde la visión social, política y del sistema sanitario, así como el objetivar que los recursos se utilicen correctamente (porque se podrían haber dirigido a otros proyectos alternativos).
Eficacia | Logra un resultado o efecto, que se desea o se espera. |
Eficiencia | Logra el efecto en cuestión con el mínimo uso de recursos posibles viables. “El cómo” se ha realizado. |
Efectividad | El equilibrio entre eficacia y eficiencia. “Se es efectivo, si se es eficaz y eficiente” |
Así, el esquema es: disponemos de una situación sanitaria concreta, se valora el volumen de recursos que necesita, las alternativas existentes y, se compara la rentabilidad social, sanitaria y económica. Desde la evaluación económica se establecen criterios adecuados para elegir entre esas alternativas de asignación de los recursos sanitarios (“escasos y limitados”) conformándose el análisis coste-beneficio (ACB), el análisis coste-efectividad (ACE) y el análisis coste-utilidad (ACU).
El ACB se mide en términos monetarios, por ejemplo, el coste de una vacuna y vacunar y, el coste de la enfermedad “evitada”. Para el ACE, se añade la unidad de efectividad: cómo se aumenta la supervivencia con determinada técnica o proceso y/o se reducen los días laborales perdidos. Para el ACU, se aporta una escala de calidad de vida (con la variante de estado entre, 0 = muerte y, 1 = salud perfecta).
Una definición de alto interés para la economía de la salud y para la gestión sanitaria (macro – meso – micro – nano): el “Coste de Oportunidad” (o, coste alternativo).
El coste de oportunidad se refiere al uso alternativo que pudiera haber obtenido el uso de unos recursos[4]: si tenemos en cuenta la escasez de recursos en relación con las necesidades (se siente insistir en ello apelando a la realidad permanente), el empleo de un recurso en una determinada alternativa impide que este mismo recurso sea empleado en otra alternativa diferente. En ello se basa el coste de oportunidad y se trata del concepto de costes que es conveniente tener en cuenta cuando se adoptan decisiones (individuales y, colectivas) sobre asignación de recursos: los costes asociados a la oportunidad que ha sido sacrificada o se ha perdido, como consecuencia de la asignación de recursos a otra actividad elegida (por ejemplo la adquisición de una tecnología sanitaria).
El coste de oportunidad de invertir en una intervención de asistencia sanitaria se mide mejor por los beneficios en salud que se podían haber logrado habiendo gastado el dinero en la mejor intervención alternativa. Por ello es un concepto vital que debe conducir a la mejor reflexión posible sobre la calidad asistencial y el bienestar de los pacientes (paliación de síntomas, recuperación o mayor esperanza y calidad de vida) y la minimización de los riesgos: al decidir sobre las opciones tratamientos o programas de prevención, por ej., se debe considerar tanto el impacto inmediato como el de largo plazo sobre los resultados en salud para la ciudadanía y qué recursos se consumen o, se liberan.
El coste oportunidad puede ser estimado utilizando los métodos tradicionales de evaluación económica siendo el mejor de todos ellos el análisis coste-beneficio.
Cierre
La reflexión del coste / gasto y la credibilidad profesional e institucional de cada organización sobre su cultura (o su falta) de la seguridad del paciente y por qué priorizar sobre ella la inversión se genera como vital para el día a día y, para su estrategia a largo plazo.
Sepamos valorar el coste de oportunidad de invertir en otro “tipo de cultura”, constructiva para la seguridad del paciente (no caigamos en el dato “tan amplio” del gasto producido por los errores, pues incluso la Unión Europea los cataloga “entre el 0,2 y el 6,0% del total del gasto sanitario”[5] que para nuestro entorno supone hablar de entre 200 a 6.000 millones de euros, un margen realmente sin igual y que no ofrece una imagen adecuada de esta situación, precisamente por la falta de concreción sobre el gasto generado).
Remediemos la resignación y la resiliencia tanto profesional como social, uniéndonos[6] y seamos tanto docentes e innovadores ante los fallos y los errores, reconociéndolos, disculpándonos, aprendiendo desde ellos para mejorar continuamente, hasta alcanzar esa cultura preventiva óptima de la seguridad y la calidad asistencial.
Vayamos más allá del trabajo bien hecho, por encima de plataformas de notificación de incidentes y eventos adversos gestionadas únicamente por departamentos de medicina preventiva y de calidad, poniendo el foco en el desarrollo de esa cultura de seguridad (apoyada por la cultura de la transparencia), generando un pensamiento crítico constructivo, con organización de grupos de trabajo multidisciplinar que contabilicen el impacto (también su coste económico y social) de la innovación de las buenas prácticas asistenciales y de los “errores”, manteniendo un mínimo nivel de estrés continuo positivo (mantener la “alerta profesional” de los talentos, por mejorar continuamente), instaurando programas de alerta y de compromisos para actuar “24/365” (la base del funcionamiento de la organización sanitaria) e incluso implementando sistemas de calidad ISO (7101:2023, gestión de organizaciones sanitarias y 31000-2018, de gestión del riesgo) y por qué no, invirtiendo en formación específica sobre economía de la salud (conocimiento sobre costes generados y evitables) para los talentos de la institución y de esta forma, medir con precisión el coste económico y social de lo que se hace y de las medidas adoptadas para la mejora permanente de la calidad y la seguridad asistencial, venciendo el “dañar a los sanos” y haciendo fluir al paciente en cada proceso de atención y cuidados.
En el contexto de recursos limitados tanto gestores y responsables de políticas de salud deben adoptar un enfoque que maximice el valor de las decisiones garantizando una atención segura y de calidad, universal, nunca mejor dicho. La economía de la salud y los talentos dedicados a ella aportan la reducción de la presión, de la indecisión y del riesgo, en el uso de los recursos dedicados a la atención sanitaria en sus diferentes niveles de gestión[7]: brindan los conceptos y las herramientas clave para la gestión de la calidad y la seguridad del paciente optimizando las prácticas profesionales cotidianas tanto individuales como en equipo y con ello alcanzar el mejor gasto sanitario posible que redunde en el mejor nivel de salud, individual y comunitario.
Referencias
[1] Rubio S, Repullo JR, Rubio B. ‘Diccionario de gestión y administración sanitaria’. Escuela Nacional de Sanidad Instituto de Salud Carlos III Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, 2018. Disponible en: http://gesdoc.isciii.es/gesdoccontroller?action=download&id=16/01/2019-18449aa851
[2] Millán J, del Llano Señarís JE. ‘SER MÉDICO Los valores de una profesión’. Unión Editorial, 2012. Disponible en: https://fundaciongasparcasal.org/wp-content/uploads/2021/02/ser-medico.pdf
[3] Peiró S, del Llano JE, Quecedo L, Villar N, Raigada F, Ruíz J. ‘Diccionario de Gestión Sanitaria para Médicos: los 100 Términos Más Utilizados’. FGC, 2009. Disponible en: https://fundaciongasparcasal.org/diccionario-de-gestion-sanitaria-para-medicos-los-100-terminos-mas-utilizados/
[4] Repullo JR. ‘Introducción a la Gestión y su aplicación en la Sanidad’. Revista de Gobierno, Administración y Políticas de Salud. GAPS. 2022; 1:2. Disponible en: https://repisalud.isciii.es/rest/api/core/bitstreams/e66f0125-5e4c-4832-bee8-c02b75cf01e9/content
[5] Johannes Zsifkovits (GÖ FP), Martin Zuba (GÖ FP), Wolfgang Geißler (GÖ FP), Lena Lepuschütz (GÖ FP), Daniela Pertl (GÖ FP), Eva Kernstock (GÖ FP), Herwig Ostermann (GÖ FP). ‘Costs of unsafe care and costeffectiveness of patient safety programmes’. Gesundheit Österreich Forschungs- und Planungs GmbH and SOGETI. Disponible en: https://health.ec.europa.eu/document/download/21100725-d030-4c85-ab4c-689dd480a47e_en?filename=2016_costs_psp_en.pdf
[6] Organización Mundial de la Salud (OMS). ‘Alianza multidisciplinar frente a los errores en la medicación del paciente hospitalizado en España’ – Promovida por el Foro Español de Pacientes. 2017. Disponible en: https://semicyuc.org/wp-content/uploads/2020/02/MANIFIESTO-ALIANZA-FRENTE-ERRORES-MEDICACI%C3%93Nv4.pdf
[7] García-Altés A, Vicente S. El futuro de la economía de la salud y, de AES: ¿debemos decir un “hasta el infinito y más allá”? https://www.aes.es/blog/2022/06/08/el-futuro-de-la-economia-de-la-salud-y-de-aes-debemos-decir-un-hasta-el-infinito-y-mas-alla/
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