
Robert F. Kennedy Jr (RFKJr)
Robert F. Kennedy Jr (RFKJr) es el personaje antivacunas más poderoso del mundo desde que Donald Trump lo nombró secretario de Estado de Salud del gobierno federal de los Estados Unidos. Sin embargo la evidencia científica es abrumadora en contra de todo lo que predica RFKJr, especialmente su obsesión por denunciar la relación entre vacunas y autismo, que ha sido descartada reiteradamente por varios estudios. [1] [2] [3] [4] [5] La presión de los negacionistas, con RFKJr a la cabeza, está haciendo bajar los niveles de vacunación de muchas zonas de los Estados Unidos por debajo de los recomendables, creando una situación epidemiológicamente peligrosa que abre la puerta a la reintroducción de enfermedades infecciosas olvidadas. En este punto no puedo dejar de transcribir una intervención de RFKJr en el Senado en respuesta al senador (y médico) Bill Cassidy, un diálogo que muestra la desconcertante ignorancia de la máxima autoridad sanitaria de los Estados Unidos.
— Senador BC: ¿Está de acuerdo en que el presidente Trump merece el Premio Nobel por la Operación Warp Speed? (el senador Cassidy se refería a la fuerte inyección de dinero federal que aprobó Trump en su primer mandato para acelerar la obtención, producción y distribución de la vacuna de la covid).
— RFK: Totalmente, senador. Eso sería fenomenal.
— Senador BC: Pero usted justamente dijo que la vacuna de la covid había matado a más gente que la propia covid.
El rey iba desnudo.
Jay Bhattacharya
El 4 de octubre de 2020, en plena segunda ola de la pandemia de la covid, tres científicos promovieron la declaración Great Barrington (el nombre corresponde a la ciudad de Massachusetts donde se firmó),[6] una carta abierta contraria a los confinamientos que, en su lugar, proponía una protección focalizada solo para los grupos de riesgo y libertad de movimientos para el resto. Es decir, pedía la apertura de escuelas, universidades, transportes, empresas, restauración, actividades culturales, actividades de ocio y administración. Los tres firmantes principales de aquella declaración fueron Martin Kulldorff, profesor de medicina de Harvard; Sunetra Gupta, epidemióloga de Oxford; y Jay Bhattacharya, economista de Stanford. En un momento en el que se pensaba que lo peor de la pandemia ya había pasado, pero en el que aún no había vacunas, aquella declaración académica que liberalizaba los movimientos ciudadanos tuvo un gran impacto, especialmente en los Estados Unidos. La iniciativa contó con el apoyo del American Institute for Economic Research, un lobby de economistas liberales negacionistas del cambio climático y, lógicamente, del presidente Donald Trump, probablemente el instigador. Los promotores de Great Barrington basaban su propuesta en el concepto de la inmunidad de rebaño.
Por otro lado, la OMS,[7] la American Public Health Association,[8] The Lancet[9] y muchas entidades científicas salieron en tromba contra la declaración Great Barrington, alegando que no tenía ningún fundamento científico y que sus propuestas liberales podían provocar un rebrote de la epidemia; añadían, además, que la inmunidad de rebaño solo era aplicable a los programas de vacunación y no a la gestión de epidemias nuevas de comportamiento desconocido. Sin embargo, la declaración Great Barrington sirvió de munición para los defensores de la libertad individual frente a la salud pública. Jay Bhattacharya, uno de los firmantes de aquella declaración pseudocientífica, en el segundo mandato de Trump ha sido premiado con la dirección de los National Institutes of Health, la máxima organización científica sanitaria financiada con dinero público de los Estados Unidos.
Donald Trump
Donald Trump, en su primer mandato como presidente de los Estados Unidos, tuvo que asumir la gestión de la pandemia de covid desde la posición inexcusable de ser el máximo dirigente de la primera economía mundial. Pues bien, en la incertidumbre del momento, el 27 de febrero de 2020, cuando la epidemia se extendía imparable por el mundo, pero aún no era pandemia, Trump dijo: «Desaparecerá. Un día, como por milagro, desaparecerá». Unas semanas más tarde, dado que la cosa, lejos de desaparecer, iba a más, el 23 de abril, mientras la mayoría de países del mundo estaban inmersos en la implementación de estados de alarma y confinamientos, Trump se descolgó con una serie de declaraciones desconcertantes: «Veo el desinfectante que la elimina en un minuto…/ ¿Habría alguna manera de hacer algo así, mediante una inyección dentro o casi una limpieza?…/ Suponiendo que golpeamos el cuerpo con una luz tremenda —ya sea ultravioleta o simplemente muy potente—, luego dije, suponiendo que llevaras la luz dentro del cuerpo…/ Creo que la hidroxicloroquina será fantástica. Podría ser un cambio radical, o quizá no. Pero tengo un buen presentimiento.»[10]
De acuerdo con el buen presentimiento de su presidente, el gobierno federal estadounidense renunció a tomar las decisiones que recomendaba la OMS y, por contra, se ciñó a controlar las fronteras y a financiar la investigación y la producción de las vacunas, por lo cual dejó en manos de los estados las difíciles decisiones sobre restricciones y obligatoriedad de las mascarillas. La hidroxicloroquina, por su parte, resultó ser un fiasco. ¿Qué pasó, pues, durante la pandemia de covid en aquel gran país dirigido por un ignorante? Pues que los gobernadores demócratas actuaron con diligencia como, por otro lado, lo estaban haciendo la mayoría de los países del mundo; mientras que los gobernadores republicanos, en aras de la libertad individual, fueron irresponsablemente laxos en las medidas e, incluso, algunos como los de Florida y Texas, prohibieron a los ayuntamientos y a las escuelas que impusieran las mascarillas.
¿Cuál fue el resultado de toda aquella gestión basada en la irresponsabilidad del presidente y de la mayoría de los gobernadores republicanos? De acuerdo con las conclusiones de una comisión de The Lancet, [11] [12] el número de muertes por covid que se podrían haber evitado en Estados Unidos sería del 40%; es decir, del millón cien mil personas que murieron, casi medio millón se podrían haber salvado si Donald Trump hubiera escuchado a quienes sabían del tema. En clave interna, investigadores independientes de la Universidad de Yale estudiaron la mortalidad diferenciada entre los votantes republicanos y los demócratas, concluyendo que los republicanos murieron más: al principio con una diferencia moderada, pero a partir de mediados de 2021, la brecha llegó al 43% como resultado del mayor rechazo a la vacuna por parte de los republicanos.[13]
Probablemente el desorden de la gestión de la pandemia le pasó factura a Trump y, por ello, perdió las elecciones de noviembre de 2020; pero el hombre, tenaz, en 2024 volvió al despacho oval de la Casa Blanca desde donde, un día sí y otro también, da lecciones a los estadounidenses, y a todos los habitantes del planeta, sobre cómo deben hacerse las cosas para hacer América cada vez más grande. La lectura más dramática que surge de todo ello es que la mitad de los votantes de aquel país se han enamorado de un ignorante confeso, golpista y convicto de diversos crímenes, olvidando que apenas cuatro años antes, su irresponsabilidad había causado la muerte de medio millón de sus conciudadanos, una cifra, por cierto, superior a la de los soldados estadounidenses que murieron en la Segunda Guerra Mundial. Se confirma, pues, que el encandilamiento del pueblo, como el amor, es ciego.
Referencias
[1] Price CS, Thompson WW, Goodson B, Weintraub ES. et al. «Prenatal and infant exposure to thimerosal from vaccines and immunoglobulins and risk of autism.» Pediatrics, octubre de 2010; 126(4): 656-64.
[2] DeStefano F, Price CS, Weintraub ES. «Increasing exposure to antibody-stimulating proteins and polysaccharides in vaccines is not associated with risk of autism.» J Pediatr, agost de 2013; 163(2): 561-7.
[3] Taylor LE, Swerdfeger AL, Eslick GD. «Vaccines are not associated with autism: an evidence-based meta-analysis of case-control and cohort studies.» Vaccine, 17 de juny de 2014; 32(29): 3623-9.
[4] Jain A, Marshall J, Buikema A, Bancroft T. et al. «Autism occurrence by MMR vaccine status among US children with older siblings with and without autism.» JAMA, 21 d’abril de 2015; 313(15): 1534-40. Erratum in: JAMA, 12 de gener de 2016; 315(2): 204.
[5] Hviid A, Hansen JV, Frisch M, Melbye M. «Measles, Mumps, Rubella Vaccination and Autism: A Nationwide Cohort Study.» Ann Intern Med, 16 d’abril de 2019; 170(8): 513-20.
[6] Great Barrington Declaration tiene página web propia
[7] Las declaraciones del director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, contrarias a la declaración Great Barrington se encuentran en la prensa de octubre de 2020.
[8] El posicionamiento de American Public Health Association contra la declaración Great Barrington está colgada en su página web.
[9] Alwan NA, Burgess RA, Ashworth S, Beale R. et al. «Scientific consensus on the COVID-19 pandemic: we need to act now.» Lancet, 31 d’octubre de 2020; 396(10260): e71-e72.
[10] Las frases inconexas y descuidadas proceden del original, no son un error de traducción.
[11] Woolhandler S, Himmelstein DU, Ahmed S, Bailey Z. et al. «Public policy and health in the Trump era.» The Lancet Commissions, febrer de 2021; 397(10275): 705-53.
[12] Blumenthal D, Hamburg M. «US health and health care are a mess: now what?» The Lancet, febrer de 2021; 397(10275): 647-8.
[13] Wallace J, Goldsmith-Pinkham P, Schwartz JL. «Excess Death Rates for Republican and Democratic Registered Voters in Florida and Ohio During the COVID-19 Pandemic.» JAMA Intern Med, 1 de setembre de 2023; 183(9): 916-23.
