En 2007, el Institute of Healthcare Improvement introdujo el Triple Aim (Triple Objetivo), en el que subraya los tres elementos para la transformación sanitaria de alto valor: mejorar la experiencia del paciente, mejorar los resultados en salud y bajar costes. Unos años más tarde, el concepto evolucionó hacia el Quadruple Aim (Cuádruple Objetivo) que focaliza también en el bienestar de los profesionales. La evolución obedece a que diferentes investigaciones correlacionan una menor participación de los profesionales y su agotamiento (burnout) con una menor satisfacción de los pacientes, peores resultados de salud y mayores costes. Por todo ello, se concluyó que era necesario añadir la satisfacción profesional a los 3 objetivos iniciales.
La pandemia de COVID-19 ha puesto de relieve diferentes realidades de los sistemas sanitarios, como es la importancia de la salud, o cómo la salud y la economía están inevitablemente vinculadas, así como la necesidad de lograr la equidad en salud para lograr una buena salud para todos. Las poblaciones socialmente marginadas, incluidos los grupos minoritarios raciales y étnicos, los adultos mayores y las personas que viven en la pobreza, experimentaron tasas más altas de COVID-19, con mayor morbilidad y mortalidad por la infección, así como mayores interrupciones en su atención preventiva y crónica habitual. Aunque las razones son innumerables, el hecho es que estas diferencias, que existen desde mucho antes de la pandemia, son inaceptables y evitables.
Hoy en día, el concepto de los objetivos transformadores de la salud está evolucionando rápidamente hacia el Quintuple Aim (Quíntuple Objetivo), que incorpora la equidad en salud como elemento clave necesario para lograr realmente una mejor atención al paciente, resultados y costes, unidos a la satisfacción profesional. La equidad en salud se define como “el estado en el que todos tienen la oportunidad de alcanzar su pleno potencial de salud, y nadie está en desventaja para lograr este potencial debido a su posición social u otras circunstancias socialmente determinadas”. La búsqueda de la equidad debe defenderse como el imprescindible quinto objetivo para la mejora de la atención sanitaria, que debe incluir todos los esfuerzos de mejora e innovación con un enfoque en las personas y comunidades que más los necesitan.
Bien conocido es que los determinantes de la salud se encuentran fuera de los sistemas sanitarios de forma mayoritaria, habiendo sido cuantificados como responsables del 80% de la salud de las comunidades. Las inequidades en salud afectan a muchas poblaciones, incluidas las personas que se identifican como etnias y grupos minoritarios, individuos de comunidades rurales y/o aisladas, personas que viven en la pobreza, personas que tienen una soledad no deseada, personas con discapacidad, y personas mayores. Las razones de las inequidades en salud son múltiples, como el racismo o marginalidad estructurales. Todo ello proporciona numerosas oportunidades de influir en la salud mediante la educación, el empleo, el acceso a entornos seguros, la vivienda asequible, la alimentación saludable, el acceso a la atención sanitaria, y las relaciones y redes sociales.
Las políticas sanitarias deben establecer estándares de equidad en salud y diseñar incentivos económicos efectivos para ayudar a lograr los objetivos deseados. Los incentivos deben basarse en mejoras de resultados y deben fluir hacia organizaciones que brinden atención a más pacientes de comunidades con escasos recursos. En entornos de pago por servicio, las intervenciones basadas en evidencia diseñadas para abordar las necesidades sociales subyacentes que a menudo subyacen a las inequidades en salud, deben tener un reconocimiento para que los esfuerzos de mejora de la calidad para abordar estas necesidades adquieran un modelo de financiación. Además, deberían realizarse esfuerzos para acelerar el pago basado en el valor en comunidades de escasos recursos en las que los incentivos económicos reflejen las mayores necesidades sociales y médicas de estas poblaciones.
El desafío ahora es traducir esta mayor conciencia social, particularmente en las comunidades y los sistemas de salud, en acciones, para avanzar en la salud de las poblaciones a través de incentivar la equidad en salud acompañada de mejora de la experiencia, mejora de resultados en salud, reducción de costes y satisfacción profesional.